jueves, 12 de marzo de 2009

TRANSFORMACIONES Y DESAFÍOS DE LA EDUCACIÓN

“…Una sociedad industrial (noción habitual en la tradición sociológica) no es sólo una sociedad en la que hay industria, sino aquella en la que las formas sociales y tecnológicas de la organización industrial impregnan todas las esferas de la actividad, comenzando con las dominantes y alcanzando los objetos y hábitos de la vida cotidiana…” Manuel Castells La era de la información Tomo I, Economía, Sociedad y Cultura.

Hoy nos encontramos en la escuela, con diferentes docentes que, a su manera, tienen una opinión de las TICs, mientras algunos son férreos defensores, otros las destruyen por completo. Estas opiniones encontradas tendrian una cohesión, cuando E. Litwin expresa que: “En todos los casos, las prácticas de la enseñanza no pueden ser reconocidas o valoradas principalmente con el buen uso o no que se hagan de ellas”. Primeramente debemos tener en cuenta que las nuevas tecnologías no constituyen una herramienta universal y eficiente en todas las situaciones de enseñanza y aprendizaje. Así que no podemos considerar que las prácticas de la enseñanza sean valoradas únicamente por el uso que de estas “herramientas” se haga.

Considerar que el criterio de valoración o reconocimiento de las prácticas docentes es el buen uso  o no que se le de a la tecnología está denotando claramente una postura tecnocrática frente a la aplicación de las tecnologías en la práctica docente. Estaríamos cayendo en la trampa de considerar a las tecnologías como una herramienta más.

Tal como destacan Burbules y Callister, debemos ser concientes de la inseparabilidad de lo bueno y lo malo cuando estamos frente a herramientas tan poderosas como lo son las nuevas tecnologías, sobre todo aplicadas a un campo tan complejo, vasto e inagotable como lo es la enseñanza. Además tomar conciencia de nuestra incapacidad de poder ponderar con justeza tanto los aspectos positivos que se esperan obtener del uso de la tecnología en nuestras propias  prácticas como de todos los posibles efectos secundarios imaginables.

Las TICs han contribuido a desarrollar nuevas metodologías de trabajo y también han servido para recuperar viejas propuestas que en su momento no encontraron los medios o el contexto social propicio en el que desarrollarse. Sin embargo, no siempre el uso de la tecnología conduce a la innovación y la reflexión sobre el aprendizaje. De hecho, uno de los peligros habituales tal y como señala Salomon es que “lo que es tecnológicamente posible llega a implementarse y se convierte en deseable” (2000). De cómo la tecnología no logra integrarse en la escuela a menos que…. cambie la escuela. Begoña Gros. Universidad de Barcelona. 

 Las TIC, afirma el Libro Blanco, son el núcleo del modelo de desarrollo del siglo XXI. “En la actualidad el mundo está asistiendo a una mutación de los sistemas de producción, la organización del trabajo y las pautas de consumo cuyos efectos son comparables a los de la primera revolución industrial. Artículo publicado en “Signo y Pensamiento”, Universidad Javeriana, Bogotá, nº 44, 2004.

En lo referente a las diversas posturas de los docentes frente a la inclusión o no de las nuevas tecnologías en sus propuestas pedagógicas, esta dicotomía tiene más que ver con la formación que con la tecnología en sí misma. Muchas veces el abuso de la tecnología, mejor dicho de las nuevas tecnologías en el aula tiene que ver con la incapacidad de algunos docentes para dar una clase frente a un curso. En estos casos se pretende que la utilización de una enciclopedia multimedial, (por ejemplo), reemplace la intervención del docente en la función de didacta que permita realizar los procesos de transposición didáctica necesarios para que el alumno genere nuevas estructuras mentales a partir del conflicto creado por la presentación de nuevos conocimientos.

En otros casos, el abuso proviene, aun teniendo la capacidad de desempeñarse correctamente como docente, de creer que las nuevas tecnologías son como lo indican los autores “la nueva panacea en la educación”, adoptando lo que en algunos ámbitos se denomina “la cultura made in Word” y descalifican automáticamente cualquier método que no contemple la utilización de nuevas tecnologías, sin importar el área de conocimiento que se intente abordar.

Por otro lado me parece ver también que el uso de las nuevas tecnologías en las aulas, está de cierta manera “demandado” por el discurso oficial, como menciona Di Santo. Así un docente que las incorpora a sus prácticas es visto de una manera diferente por sus pares y directivos, como una simple cuestión de estatus o categorización; cuando en muchísimas ocasiones estamos frente a algo similar a lo que el mismo autor mencionado llama “cosmética del desarrollo”, en la que los docentes incorporan la tecnología a sus prácticas pero sin ni siquiera detenerse a pensar en cuál sería el uso adecuado de las mismas o considerar sus verdaderas potencialidades; generalmente por ignorancia al respecto. Es entonces que el docente las adopta como una simple herramienta más, y el uso que de éstas hace se condice con esta postura. Convengamos también que el manejo y conocimiento de estas tecnologías sobrepasa ampliamente  la capacitación que en la materia poseen los docentes en la actualidad, la cual será muy difícil de superar sin un cambio de actitud (de rechazo  plano) en muchas ocasiones, un acceso fácil a éstas y cursos o capacitaciones serias y congruentes con la verdadera utilidad que el docente puede hacer de ellas en sus prácticas áulicas cotidianas.

También podemos relacionar estas dos posturas y las frase citada para su análisis en la presente consigna con el análisis de algunos de los diferentes mitos sobre la tecnología que realiza Cabero en “Tecnología Educativa” Capítulo I.

En cuanto que al considerar a las tecnologías como neutrales, se está excluyendo su carga social, sin considerar que la tecnología no se desarrolla en el vacío sino en un espacio sociohistórico, cultural y político determinado. Esto conlleva a que inevitablemente estén cargadas de valores, intereses y mensajes, lo que no es bueno ni malo; pero sí innegable e inseparable de éstas. Así su aplicación trae aparejada el impulso y potenciamiento de ciertos valores y  creencias.

Un uso de las tecnologías en el aula, sin considerar estos aspectos, es decir viéndolas como simples herramientas neutras, además de limitarnos en el desarrollo de sus potencialidades, estaría dejando de lado la transmisión de estos valores, que así como positivos pueden ser también negativos; alejamiento del trabajo en grupo, individualismos, adquisición de información acríticamente sin la capacidad de filtrarla y clasificarla, etc.

También podríamos relacionar la consigna con la creencia de que la tecnología está dotada de una “transferencia universal”. Así su utilización se adaptaría a cualquier contexto y situación, independientemente del fin con el cual fue desarrollada. Lógicamente que esto es inaceptable en un campo de aplicación tan complejo e intrincado como los son las prácticas de enseñanza y de aprendizaje.

En conclusión los cambios no son rápidos, pero aunque lentos se van produciendo por la fuerza emergente que proviene de los jóvenes alumnos que pueblan nuestra aulas y que nos muestran una sociedad que con necesidades formativas disímiles a la del siglo pasado, nos obliga a buscar enfoques educativos que den respuesta a las necesidades de los estudiantes y de la sociedad actual. Como Morin (1999) dice la enseñanza actualmente ha de convertirse en una enseñanza educativa, “no se trata de transmitir el puro saber, sino una cultura que permita entender nuestra condición y ayudarnos a vivir…”

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